se desvaneció entre la espuma
de mil albas soñadas
que como rosas tempranas
nos entregaron a un largo letargo.
Letargo que enmudeció nuestros labios
entre la niebla que nos ceñía
sin razonar que nuestro amor
se nos escapaba de las manos.
Manos sedientas de caricias
que se durmieron en nuestro regazo.
Incapaces de expresar lo que sentían
se quedaron yertas, vacías.
¡Qué bello fue lo vivido!
¡Qué amargo lo derrotado!
Todo quedó sepultado
en un mar de caracolas silentes.