Fernando
Luis Pérez Poza, nació el 25 de febrero de 1958, en
Pontevedra (España), en el seno de una familia de recia raigambre
literaria, en la que destaca su abuelo Rogelio Pérez “Roxerius”,
escritor, poeta, inspector de primera enseñanza y político
nacionalista gallego, quien junto a su primo hermano, el poeta vanguardista
gallego Manoel-Antonio, formó parte de la generación
literaria “Nós” de tanta trascendencia para la
literatura gallega.
Cursó estudios de bachillerato en el Colegio Sagrado Corazón
de Pontevedra, en el Seminario La Pequeña Obra de Valladolid
y en el Instituto de Pontevedra. También realizó estudios
universitarios de medicina, filología inglesa y derecho sin
llegar a terminarlos.
Su vida discurre entregado a los movimientos asociativos de tipo juvenil,
sindical, cultural y de defensa del consumidor. Ha sido Jefe de Protocolo
de las Cortes de Castilla y León y Agente de Empleo del Proyecto
URBAN en los dos barrios más desfavorecidos de Valladolid en
estrecho contacto con la población marginal. Ha colaborado
también con numerosas emisoras de radio, TV y varios periódicos.
En la actualidad compatibiliza el cargo de Consejero de la OCU, Organización
de Consumidores y Usuarios (organización similar a la Consumer´s
Union) a nivel estatal, donde coincide con destacadas personalidades
de la sociedad española, con su cada vez más intensa
producción literaria.
Ha publicado en papel los libros Poemas de la Red (Virtualibro 2001
y El taller del poeta 2002), Camino de la Luz (El Taller del Poeta
2002), El Laberinto de las Letras (El Taller del Poeta 2003) y escrito
muchos otros libros de poesía y uno de relatos cortos que pronto
verán la luz. Algunos de sus poemas han sido recogidos en varias
antologías. Si se teclea su nombre, Fernando Luis Pérez
Poza, en el apartado frase exacta de la búsqueda avanzada del
buscador Google se encuentran referencias a más de 479 webs
que han publicado sus poemas y relatos.
En la actualidad está poniendo en marcha una pequeña
editorial, denominada El Taller del Poeta Fernando Luis Pérez
Poza, con el objetivo de ayudar a publicar en papel a autores noveles,
especialmente poetas, que suelen ser los grandes olvidados de las
editoriales grandes y tradicionales. A principios de marzo de 2003
ha sido elegido en Ávila, por el grupo de poetas que se reúnen
periódicamente en la Casa Rural del Cerro de la Fuente, Secretario
General de POETAS SOLIDARIOS, asociación con vocación
de ONG que se halla en trámites de legalización y registro.
A esa mujer que amo,
la que me afina cada día el diccionario
y aguarda en cualquier esquina
a que ponga del revés el alfabeto.
Si. A esa.
La de la segunda fila
empezando, desde luego, por la izquierda,
o la que está al fondo,
oculta tras la columna;
la que lleva el alma en cabestro
y acaricia entre sus sueños
la misma sien cóncava del aire;
la que muerde la vida
como un gorrión en celo
y, a menudo,
se queda preñada de poemas.
A esa mujer
la quiero no sólo para mí,
sino también para ti,
y para todo aquel
que aspire a sentir
el galope veloz de la pirámide
cuando juega a borrar desiertos.
A la misma que viste y calza
o se desnuda en cada verso;
la que siempre grita con voz temprana
y se asoma entera al filo de una letra
o se aferra a la pata del tintero
como si éste fuera un chaleco salvavidas.
A esa le daré siempre
toda mi existencia
cada vez que la encuentre
prendida al alfiler de un momento.
Es la voz atravesándolo todo,
la piel, la carne, el hueso,
vademecum de sensaciones
que se instala en el cuerpo
y ya no retrocede nunca.
Alas en su garganta
hacen volar la poesía,
carnaval de colores
en la epíglotis del tiempo.
Regálame un solo, un solo
poro de tu alma, una ilusión
en cada arpegio, en cada sueño,
en cada rosa de los vientos
que ilumina el futuro.
Es la ecuación resuelta, sin equis
ni y griega, el corazón volcado
en cada cuerda, el bate encendido
de un reloj sin hora, el arco iris suelto
que se evapora sobre la línea recta
de un horizonte incierto.
Regálame un solo, para que yo
pueda estar siempre acompañado
de aquel sitio que se encuentra:
al otro lado
y que, simplemente, no es más que un tú
disfrazado de un yo largo
que nos afecta a todos, incluso a nosotros.
È la voce attraversandolo tutto,
la pelle, la carne, l'osso,
vademecum di sensazioni
che si installa nel corpo
e non retrocede mai piú.
Ali nella sua gola
fanno volare la poesia,
carnevale di colori
nell'epiglottide del tempo.
Regalami un assolo, un assolo
poro della tua anima, un'illusione
in ogni arpeggio, in ogni sogno,
in ogni rosa dei venti
che illumina il futuro.
È l'equazione risoluta, senza "x"
né "y" greca, il cuore rovesciato
in ogni corda, la mazza accesa
di un orologio senza ora, l'arcobaleno sciolto
che si volatilizza sulla linea retta
di un orizzonte incerto.
Regalami un assolo, affinché io
possa essere sempre accompagnato
di quello spazio che si trova:
all'altro lato
e che, semplicemente, non è più che un tu
mascherato di un io lungo
che ci colpisce tutti, anche a noi.
Nube
blanca o estrella nueva
en un cielo largo de verano,
así eres tú, compañera,
suave como la luz tierna
de un corazón bordado
con el hilo azul de la dulzura,
marea de sueños transparentes
e íntimos tesoros
que sólo la caricia fértil de unas manos
se atreve a poner al descubierto.
2
Tu
piel es una tregua infinita
donde hierven sin límite todas las ansias,
un horizonte limpio
que descorre las cortinas del alma
y envuelve en papel de seda
esta negra soledad de náufrago.
3
En
tu sonrisa de cometa alegre
madura la luz,
vuelan pájaros de espuma y frenesí
y arde el tuétano del aire
como la paja seca de un granero
en mitad de un rojo incendio.
Tu llanto es un cuchillo
que rasga la médula del tiempo,
un loco polvorín de voces tristes
que me invade sin freno
hasta el fondo de los huesos.
4
Ven
y llena mi taza de fuego,
corta la espina del rosal amargo
donde se ocultan las penas.
Derrite este círculo de nieve
que corre helado por las venas
y no sabe en qué abismo infinito
esconde el destino
su agria sentencia de muerte.
5
Házme
volar en tus relámpagos
hasta dejar atrás el cielo.
Pérmiteme que sea
una gaviota blanca en tu cerebro
para que pueda abrir mis alas dentro
y surcar las olas destiladas
de tu océano secreto.
6
Así
eres tú, compañera,
un suspiro de acróbata en el filo del silencio,
un delirio de luz que vuelca sus enigmas
en el balcón abierto
de sus ojos llenos de agua clara.
Así eres tú, compañera.
Así, de esta manera
que yo te digo y te imagino,
una nube blanca o una estrella nueva
que se mueve en círculos abiertos
por el hueco vacío de mi almohada.
7
Un
velo de abriles nuevos
bordado con finos hilos de deseo
te cubre el rostro,
es un retal hermoso de seda
que viste de tules la noche
e inunda el alma de ciegas pasiones.
Es una fiebre de junio,
una rosa de adolescencia
que huele a primavera intacta
y estrena aromas de coral y terciopelo.
8
Eres
hilo que enhebra los retales
del que fui, del que soy, del que seré,
una ola abierta
en la marea ardiente del atardecer
que trepa a la arena de mis costas.
Eres lluvia que fertiliza el alma
y fermenta la ternura de mis dedos
como si fuera levadura eterna
que el infinito siembra en la piel.
Eres un mar profundo y definitivo
lleno de juegos malabares
que devora el agua de mis ríos
y ahoga en el azul todas las penas.
9
Vuela
libre, compañera,
y surca el cielo,
vive esta aventura breve
que el tiempo te regala,
disfruta de la vida y explora tu destino,
descubre el horizonte transparente
de toda la ternura de los siglos.
10
Siembra
de alegría el aire,
a veces tan vacío o carente de sentido,
y aprecia el valor irrepetible de las cosas,
y a pesar de que el tiempo desnudo y sin careta
es un pozo amargo y profundo
donde sólo florecen los árboles de la muerte,
derrámate sobre mi almohada como un sueño
y dale algunas pinceladas de color
a esta vida que pasa a la deriva
como un velero que se va a pique
sin que nadie detenga su agonía.
11
Eres
uva en la cepa de mis versos,
racimo egregio que crece en la parra
de los sentimientos
y abre territorios fértiles
de ternuras audaces
en el ritmo frenético de las palabras.
Eres fiebre cálida,
loca precisión de ola salvaje
que se ajusta a la cadera
y se apodera de la médula
con sus golpes de espuma acumulada
y sonrisas derretidas de sirena.
12
Tú,
esperanza alada
donde confluyen todos los ríos
arteriales del pensamiento,
eres luna de círculo completo,
grito de estrellas blancas
acampadas en los surcos
más azules de las venas,
eres flor de cumbres imantadas
que inunda de polen
y vuelos de mariposas blancas
la amarga raíz cuadrada del mañana.
13
Vuela,
compañera,
como un pájaro que tiembla y que palpita
en el azul del aire,
como un verso que estalla en el oído
el carnaval florido de sus haces.
Vuela, compañera,
como un viento tranquilo
que besa
las hojas secas y amarillas de mi otoño.
Vuela, compañera, vuela,
que el cielo pertenece al infinito
y la ternura carece de fronteras.
Escucha,
¿De dónde vienes?
¿Cuál es tu misterio?
¿En qué lugar desierto se forjaron
los ritmos frenéticos
que yo siento latir en mis huesos?
Las
palabras estallan
como truenos profundos
en lo más hondo del corazón,
ruedan perdidas por el espacio
hasta romper la luz
y descender
por las escaleras del tiempo
para llenar de vértigo
el vacío seco y hueco
de esta soledad de piedra
que me late dentro.
Yo
no sé nada de la vida,
ni el secreto que ocultan
las burbujas amarillas del sol,
ni los sueños infinitos que contiene
la chispa más pequeña de una estrella.
Yo
no sé nada de la muerte,
ni del negro agujero de la nada
por donde se vierte
el acero fundido del abismo
y te muerde la fatalidad de la serpiente.
Yo
no sé por qué ni para qué
me trajeron las aguas y los vientos
a chupar este amargo caramelo
al que no consigo quitar el papel.
Escucha,
¿No oyes la pregunta?
¿Adónde vamos?
¿Qué hay más allá del último horizonte?
¿Qué trenes circulan por el universo
y hacen de la muerte la única estación?
¿De qué están hechos los raíles de la
eternidad?
Pasa
la vida y no regresa,
se vuelven amarillas
las hojas del calendario,
se caen
y vuelan a la deriva
en el impulso mágico del aire,
en la cola estremecida de un cometa,
en las luces desbocadas del otoño,
buscando el destino incierto
que destila el futuro,
ese viejo fantasma
que huye
y, a cada paso, se hace humo.
Escucha,
hoy suena una música
de ventanas rotas,
de balcones sin barandilla,
de horizontes ciegos,
y, también, de soledad sin fondo.
Se filtra por los huecos del alma
como si fuera humedad de musgo
adentrándose en la piedra.
Sube en espiral, remonta el vuelo
y se hace nube:
es la canoa blanca del infinito
donde navegan todas mis penas.
Escucha,
hoy tengo hambre de ternura,
de bancos encendidos en el parque
y manos que estallan sobre la piel,
de pechos firmes y redondos
galopando en círculo
la latitud exacta de mis dedos;
hoy tengo sed de trepar
por las colinas blancas
de unos muslos que saben
a delirio y caverna,
de hundirme
en la palpitante raíz de sus corales.
El
mar lleno de sueños azules
apoya su larga frente en la arena,
derrumba sus viejos castillos de sal
en la espuma de las olas,
es una olla que hierve como el aceite
y evapora todas las distancias.
El
aire sabe
a lágrimas heridas de campanas viejas,
a cristal salpicado de tinieblas,
a húmedo rocío de silencios,
y, también, a cóctel de marfiles negros.
Escucha,
¿Dónde está el centro de la nada?
¿En qué escollo naufragará mi vida?
¿En qué cenizas morirá mi fuego?
¿A qué distancia está el cielo?
¿Por qué las mariposas
no vuelan en invierno?
Manantial
de preguntas que se desboca
y que siempre se quedan sin respuesta.
Hay
voces en el viento que hablan,
gritos mudos que revientan en el aire
y llenan de túneles el corazón.
Son hilos de luz
que se hunden hasta el hueso,
ráfagas de campanas sordas
que retumban en la médula,
brasas tristes que salen
de la humedad de los recuerdos
y se instalan como setas
en el interior del tuétano.
Yo
no sé qué quieren,
por qué prefieren la amargura del invierno
al dulce vendaval de primavera
que también late en mi cerebro,
por qué ocultan su rostro
bajo el musgo de la piedra
y entierran el sol en el abismo
más profundo de la pena,
si a su lado crecen las estrellas
como racimos fértiles
en las cepas desnudas de la seda.
Hay
farmacias dormidas en el alma
que no admiten recetas de alegría,
boticas infectadas de tristeza
que contaminan las venas y los huesos
y pueblan la garganta de palomas tuertas.
Son fórmulas magistrales
que inventó el diablo
para vaciar las negras cataratas del abismo
en la corriente desbordada de mis versos.
Son cepos amargos,
sótanos anegados de negrura
que estallan en la boca
como obuses de sombras
en mitad de la noche.
Yo
no sé cómo llegan,
cómo hunden sus raíces
en mi corazón solitario
y revuelven la salitre
fermentada del abecedario.
Yo no sé a qué han venido
ni por qué se quedan atrapados
en el azufre del calendario,
pero pienso, compañera,
que solo tus manos y tus largos abrazos
podrían hacer que se mudaran barrio.
Yo sé que estás ahí,
atrapada en el vértigo que desnuda al miedo,
corazón de fuego que no se aviene a vivir sin jaula,
amazona de honduras que no existen.
Estás ahí.
Entre dunas que humean soledad
y recuerdos que congelan las venas,
escuchando trompetas de silencio,
como si el tiempo fuera un reloj parado
y el mundo aún permaneciera quieto
sobre el eje invisible de un andamio.
Estás ahí,
anclada en una taquicardia lenta
de ánfora cineraria,
derrochando féretros de angustia
y sepulcros de tristeza,
viendo discurrir la vida
desde el ojo tuerto
de un ciprés enfermo.
Estás
tan dentro del crepúsculo
que todo te parece noche
y las sombras te miran
con la herrumbre ciega
de una vieja calavera.
Es tanta la feria de amargura
que te roe por dentro los huesos
que ya no quedan sótanos vacíos,
en el interior del tuétano,
para esconder las penas
y ahogar la voz de los espectros.
Pero
no pienses que siempre será así,
con hielos que atraviesan la tarde
y pájaros sin alas que no cantan.
Algún día saldrá el sol para ti
con su risa bordada de amarillo infinito
y el verso azul de un horizonte nuevo
prendido en el ojal de la solapa.
Si
todos los poetas del mundo
hiciéramos una huelga de celo
y en lugar de expedientes en los ministerios
circularan carpetas llenas de poemas;
si los vendedores ambulantes de tristeza
se sentaran a comer un poco de amargura
en la mesa que siempre preparan para otros,
y así comprendieran el valor de la alegría;
si emborracháramos de ternura a los asesinos
y al ladrón encorbatado de la política le robáramos
la cartera amarilla donde guarda su avaricia desmedida;
si al ciudadano medio
que se queda en casa, tranquilamente,
como si no pasara nada,
disparando el fusil insolidario del hambre,
el obús retardado del egoísmo,
la bomba silenciosa de la falta de medicamentos,
digo, si al ciudadano medio, al bajo, al alto,
le sacáramos la espina de la indiferencia
que lleva clavada en lo más hondo del alma;
y, además, todos nos pintáramos de colores
para olvidar las consignas del racismo
y a la hora de la vida fuéramos iguales
el blanco, el rojo, el negro y el amarillo;
y si a los terroristas les estallara dentro del corazón
el coche bomba de la tolerancia,
el avión con alas blancas de la paz,
o el antrax de la comprensión,
y emplearan toda su energía
en abolir la miseria y el hambre
de la faz de este mundo,
entonces quizá despertaría Dios o Alá
de su sueño eterno
y pensaría que en el universo
existe algo parecido al cielo.