DANIEL J. MONTOLY

 

"El Jardín" JOAQUIN SOROLLA. 1920

 

Daniel J. Montoly (Montecristi, Republica Dominicana)
1969. Reside en Estados Unidos. Inicia sus inquietudes
literarias en el grupo cultural Cacibajagua de las
manos del poeta Carlos Gómez Doorlis. Parte de su obra
aparece en la antología titulada "Jóvenes Valores
Hispanos", editada por una institución norteamericana
y en el primer volumen de La Colección Sensibilidades,
donde figuró como autor invitado con una selección de
su poesía.

Recientemente fue seleccionado por la Editorial El
Salvaje Refinado, en su antología de poesía, "Maestros
Desconocidos de la Poesía Contemporánea
hispanoamericana" y varios de sus poemas figuran en la
antología poética editada por Abraces Editores.

Su poema " Detrás del brutal silencio" obtuvo el
segundo lugar en el concurso organizado por "La
Sociedad para el desarrollo de las artes latinas". Ha
figurado en la revista mexicana Novum, la Española
Gribalfaro, la colombiana Casa del Asterión, en el
suplemento Caribania de la misma y en varias revistas
electrónicas de diferentes países latinoamericanos.


Mi correo

 


 

ROSA

 

Extraigo gotas de tu mirar

de alas breves, Rosa,

crezco en tu raíz de macramé

y me cuajo en tus versos

de baúles perfumados

con olores de tiempos añejos.

Encuaderno tu piel,

renuevo silencios ya maduros

para tener mañanas

entre mis dedos siderúrgicos.

Léeme en tu carne

el infinito que desconocen

las iglesias, dame tus temblores

para hacer jardines

grabados con manos tristes.

Muéstrame la litografía

de tus lunares púbicos,

tus secretos,

tus ojos vidriosos,

tus códices;

no economice limosnas

para ángeles:

son vértebras ambiguas

en las epístolas de Pablo.

Dámelo todo Rosa,

porque soy un niño

que orina átomos

de soledad por las uretras

y pluralizo polvo voluble

cuando duermo.

Déjame leerte en mis yemas, Rosa,

y verás orbitar tu vientre

en mi futuro

como un satélite florido y verde

poblado de lilas y lirios,

con largas nubes de cerezas...

Daniel Montoly©

 

 


SOME TIMES

 

Cuando la vellonera
y los llantos de los neones del olvido
deambulen por tu cuerpo,
por favor léeme en la ceniza del cigarro
que se pasea por tus manos de vampiresa,
búscame en el desgarro de tus pupilas...
Espero escucharte decir: Some Times.

Yo gnomo al fin,
me sentiré alegre curiosamente,
cruzaré los gélidos meridianos de la censura
a cubrirte con una hipótesis.
Se quebrará tu mutis en cuatro versos rítmicos
escritos por mí en tus papiros erectos,
empapelando tu futuro con anécdotas.

En ese instante negarás haberme visto
llenar tus flancos con agua fresca,
suave y tibia.
Resonarán las huellas de tu líquido
corriendo por mi habitáculo
como reflujos o lluvias de jóvenes inquietudes
a morir en los acantilados de mi pecho.

Yo seré el casto sacerdote de tu niebla,
ideólogo y creador de tus imágenes melancólicas,
poeta y dios. Nunca lo olvides,
que soy el orfebre de tus futuras vocaciones.
El Kama y Sutra de tus juegos sórdidos,
y tú serás mi auriga dentro y fuera
de este sueño angosto.

Si oyes que la vellonera llora
cuando la música son los roces de los cuerpos,
si observas tres tragos y un poema dormir sobre la mesa,
nómbrame en el dialecto que prefiera tu vagina.

Ya estaré lejos... Tal vez te duela.

Daniel Montoly©

 

 

MATEMÁTICA AMOROSA

 

Eres la dulce mariposa

que se arrastra en los cabellos

de mis páginas

a retozar con mis deseos

enfebrecidos por tus versos.

Desoyes los llantos del hastío

porque vengo a regalarte

las dulces pisadas de mi pluma,

a ahogarte con ángeles nocturnos

sintiendo aún sus pétalos mojados

de las caricias de mis besos.

Siénteme nevar sobre tus soledades,

y en voz baja

discute la magnitud de mis desvelos

disfrazados en la niñez

de tus lozanas retinas.

Pienso ser el espía

que en algún lugar de tus oídos

deje el mensaje de mi reloj

envuelto en ópalos trigueños.

Minaré con juramentos creíbles

los litorales de dudas

en el desconcierto de tus mejillas:

sabré plantarte océanos, ecos,

colinas de almohadas imparciales.

Entenderá mi dialecto

cuando mis signos crucen lenguas

con tus piernas, y mis brazos

enrejen tu cintura

fermentando delirios en tu sangre

que cicatricen mis huecos.

¡Ven!, vamos a firmar un armisticio

sin dicción, ni argumentos:

dame tus manos desamparadas

y siente a él fuego

prometerte un hoy sin adversarios

en el zodíaco oloroso

de jardines con claveles muertos.

¡Ven mujer, anhélame!,

que somos sol y luna:

la aritmética perfecta de dos cuerpos

que se juntan para amarse.

Daniel Montoly©

 

 


BALADA PARA KATMANDÚ

A las mujeres y hombres nepaleses
que tratan de hacer algo más que sueños.

Son las seis:
no sé si Katmandú duerme
o está despierta
aferrada a los gruesos párpados
de un Buda ceremonioso y cómplice.
Esta Katmandú:
mujer vejada por llevar úteros
y por ser reflejo de la luna.
Eterno cementerio de sombras analfabetas,
vadeado por los halos de humo
de los muertos incomprendidos,
que abandonan el mundo
montado en el rickshaw del misterio.
Dos gruesas pestañas rojas
bajan de tus cerros tristes:
la savia joven de Rukum y Rolpa,
que anegan los arrozales con futuros secos
debajo de las costillas salobres.
Tus uñas se hunden en el lodo diurno
por el linaje azaroso que te amordaza,
que te empobrece las médulas
de mujer oculta tras un manto sucio
con incienso lúgubre.
¡Oh, Katmandú!, lavas tu aura,
recoges tus vástagos dispersos
tras las huellas difusas de un Buda miserioso.
¡Levántate!, rompe en pedazos
este maldito silencio de siglos
que te ha circulado como mariposa grisácea,
y dejaras de ser
esa mancha negra sobre el fondo blanco
del Everest majestuoso que te inunda.

Daniel Montoly©

 

 

LOS MOSÁICOS DE ALEJANDRÍA

A Constantino Kavafís

Iba contigo escarabajo,
y me nacieron alas
en el camino del destierro.
Volé, Volé infatigablemente
hasta llegar al precipicio,
antes que aquello se hundiera,
pero el olvido metió sus manos, escarabajo,
y olvidé que la sombra de la esfinge
era yo mismo.

Daniel Montoly©

 

 

LA SOLEDAD DE LAS MÁSCARAS


En mi propia soledad encuentro la muerte.
Me veo entre los glaciares ancestros
como pez fluyendo por los siglos
con la boca sin horizonte,
siempre en silencio sobre esta tierra,
asilo impertinente,
casa de diarias preocupaciones
para subsanar la herida de los labios
y el hondo peso de los hombres
encerrados en las trampas de sus personas.*

Daniel Montoly©

*Máscaras

 

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